Que no se les ocurra

19 marzo, 2023

Antiguamente se decía eso de que huele a chamusquina cuando había indicios de que algo no estaba saliendo tal y como se esperaba o que algo iba a salir mal. Exactamente esa es la impresión que me están dando las noticias que hemos conocido últimamente en torno a la conectividad de Canarias y las subvenciones a los vuelos entre las islas y el resto del Estado.

Como es sabido, el sistema de subvenciones a los vuelos de los canarios, para igualarnos a los ciudadanos del resto del Estado, asciende a un 75% del precio de los billetes. Esta subvención no es un regalo, es una compensación por el hecho de que en Canarias no se han invertido los miles de millones que hoy forman la red de transporte ferroviario de España, la segunda del mundo para trenes de alta velocidad. Solo en el AVE se han invertido casi sesenta mil millones de euros. Y recordemos que el abono de los trenes de cercanías es, en la actualidad, absolutamente gratuito para los usuarios peninsulares. 

Esa subvención al transporte aéreo Canarias-Península se ha visto cada vez más lastrada por los sucesivos incrementos de tarifas de las compañías aéreas que se han producido. Hasta el punto de que un vuelo entre las islas y Madrid resulta a veces casi el doble de caro que uno a Londres, que está al doble de distancia. Otro de los efectos perversos de ese encarecimiento es que se está situando el precio del billete para los no residentes en unas cifras absolutamente inasumibles: en algunas fechas similares casi a un vuelo transoceánico. Eso supone alejar a los conciudadanos españoles y a los no residentes de la posibilidad de visitar Canarias. 

Las protestas de nuestras Islas han caído durante muchos años en saco roto. Las denuncias sobre el incremento de tarifas (a mayor tarifa, mayor subvención) terminaron provocando la realización de varios estudios donde se constató que, efectivamente, los operadores aéreos estaban produciendo un incremento de los precios, aprovechándose del sistema. Pero lejos de actuar contra quienes tienen el oligopolio del transporte y están exprimiendo a los canarios y a las arcas públicas, las cosas han seguido absolutamente igual.

Ahora, bastante tarde, la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIREF) parece haberse enterado de que el sistema de descuento para residentes ha sido aprovechado por los operadores para aumentar los precios, y que ese ha sido uno de los motivos por el cual se ha disparado el gasto público. Pero no solo eso. Ha llegado a asegurar que el porcentaje de los canarios que vuela es muy minoritario, y que la subvención, por tanto, se reparte de manera muy desequilibrada por lo que plantea “introducir prescripciones específicas para este tipo especial de subvenciones” entre las que se podría encontrar la modificación del porcentaje del 75% por una cantidad fija en función de la ruta y el precio del billete.

Esa decisión sería, sin lugar a dudas, el mayor agravio que se podría cometer con las Islas Canarias. Después de años de denuncias de los propios canarios sobre el abuso de posición dominante de las compañías aéreas y el abusivo precio de los billetes, la solución que parecen estar pensando en Madrid es perjudicar a las víctimas del abuso. Es decir, a los viajeros canarios. Y eso es algo que ningún político de Canarias, sea del partido que sea, debe consentir. 

Nadie se ha planteado en territorio peninsular que las subvenciones a ciertas líneas del AVE o de los trenes de cercanías se adecúen al nivel de renta de cada uno de los viajeros. Sencillamente porque es un disparate. Es una medida universal que pretende promover la conectividad: cuanto más en un territorio insular y lejano. 

Me preocupa escuchar hablar de que a Canarias se le va a aplicar la tasa al queroseno de aviación, que afectará al sector turístico, y que se esté considerando la posibilidad de alterar la subvención a los billetes entre las Islas y el resto de España. Porque aunque en Madrid se hayan apresurado a negar que esa subvención se vaya a tocar, cuando el río suena es que lleva agua. El Archipiélago ya está suficientemente lejos del territorio continental y no hace falta que nos condenen y nos alejen aún más. Sería un error mayúsculo de incalculables consecuencias.